viernes, 26 de septiembre de 2008

EL CORTO ESPACIO ENTRE EL ARTE Y LA ESPIRITUALIDAD

Por lo general pienso que la satisfacción espiritual del ser humano está en correspondencia con las circunstancias que le proporciona el tipo de sociedad en que se desarrolla.
El individuo como personalidad comienza a establecer un sistema de relaciones, que no sólo se fundamenta en relaciones económicas de la sociedad en que vive, sino que unido a ello penetra y es influido por un conjunto de nexos espirituales que enriquecen su quehacer social y hacen que además se introduzca su actividad como parte de la cultura de su país, de su comunidad, cultura que le permite al hombre reflexionar, establecer relaciones, conformarse determinada ideología y en consecuencia con ello formarse convicciones cuyo objetivo primordial va encaminado a transformar y enriquecer dicha cultura a través de su actividad. En la vida espiritual de la sociedad en que vivimos, el arte adquiere, junto con la ciencia, una significación cada vez mayor.
Dentro de este sistema de relaciones, la apreciación estética constituye una necesidad, un imperativo que educa, instruye y transforma puntos de vista, permitiendo además comparar las diferentes situaciones sociales del mundo en que se desarrolla el individuo actuante. Las cualidades y los gustos estéticos, saber comprender y crear lo bello en el arte y la realidad, son rasgos indispensables universalmente desarrollados; pero es necesario formar y educar estas cualidades, ya que no fácilmente se manifiestan por sí solas.Los gustos y hábitos estéticos, desarrollados sobre la base de la concepción científica del mundo e inspirados por altos principios ideológicos, ennoblecen y enriquecen, hacen más interesante y sustanciosa la vida y condicionan la percepción emocional de la realidad. Estos permiten al individuo distinguir entre lo hermoso y lo feo, embellecer el trabajo y la vida, comprender el verdadero fin de los valores artísticos y humanos y cultivar el arte. Sin embargo, con el auge de las tendencias mercantilistas y consumistas que invaden a la sociedad contemporánea, la espiritualidad del hombre se enajena y se limitan las posibilidades del individuo de conocer y disfrutar el mundo a través de sus sentimientos y emociones.

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